jueves, 22 de noviembre de 2012


Mientras mis dedos se deslizaban entre las sábanas y tú jugabas a buscarme las cosquillas, el mundo entero estaba de más. Regalarte mis mañanas y recibir las tuyas a cambio  fue el trato más justo que pactamos en todo este tiempo. Levantarme cada día con tu camiseta y el desayuno preparado; que la beta verde de tus ojos marrones coloreara los días grises o eso de que decir “te quiero” no fuera necesario porque con el tiempo me lo demostrarías. Llegar tarde a casa porque estar juntos merecía cualquier castigo que pudieran ponernos. Robar besos, regalar sonrisas, llorar distancias y escupir verdades; querernos mucho. Mucho más que mucho, y muchísimo más que más; como dos críos. Y es por eso que no sé como olvidarte.




No hay comentarios:

Publicar un comentario