El príncipe caminaba lentamente por el bosque.
Su hermoso caballo avanzaba silencioso y sus cascos no hacían el menor ruido
sobre la yerba. Las ramas se apartaban milagrosamente a su paso. El cielo
empezaba a tomar el color de las rosas ¿llegaré a tiempo? Se preguntaba el
príncipe, recordaba lo que le dijo el mago “la noche es tu única enemiga,
cuando arroje su manta de tiniebla sobre el mundo y ya no puedas distinguir la
sombra de un perro de la de un lobo, sabrás que es demasiado tarde y habrás
perdido a tu bella dama para siempre, si la amas apresúrate”.

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