Sentimientos de culpa la
mañana después, remordimiento, preguntarme porqué he podido volver a caer en ello.
Pero todo eso se esfuma con un simple manotazo de él entre sueños, solo con
sentirle al lado dar vueltas en las sábanas. ¿Merece la pena? Por supuesto que
merece la pena, tragarse el orgullo y lo que haga falta solo por despertar a su
lado. Un despertador de besos, que me avisa de la entrada del sol y de su nueva
entrada en mi vida. Caricias cómplices. Nuestra manos se pierden entre las
sabanas y nuestra conciencia con ellas.. Volvemos a ser solo nosotros dos. Pero
entonces, cuando las paredes se empañan y llegamos a nuestro cúmulo de éxtasis,
algo tubo que torcerse y retorcerse de nuevo. Yo te llamo egoísta y tu me
llamas caprichosa. Yo te llamo niñato y tu me llamas puta. Yo lloro y tu das un
puñetazo a la pared. Yo me marcho por la puerta y tu te quedas maldiciéndome.
Exceso de amor y de deseo, mezclado con orgullo y cabezonería. Exceso de besos.

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